De mi pueblo fui guardando
el recuerdo de las horas
el tiempo de aquellos
juegos
que parecían auroras
El placer de los amigos
el dolor de sentir sola
el color de aquellas risas
rubor de niña-amapola
Emigrantes de la sombra
palabras de fuentes puras
las cruces del cementerio
no están en las sepulturas
Las chimeneas no humean
ni cuelgan de los balcones
aquellas colchas de seda
que parecían mantones
cuando en el Corpus pasaba
el Señor por cada
puerta...
Cuando íbamos a por agua
dejando la casa abierta.
En las calles empedradas
se apodera la maleza
hierba hiriente son los
cardos
adornando la tristeza
Palabras entumecidas
rotas entre muebles viejos
por las paredes oscuras
ya no miran los espejos
Gritos de arañas salvajes
La soledad me requema
y en el dolor de esta nada
me discrimina el poema
Palabra de labradores
que la simiente enterraron
para perder la cosecha
de todo lo que sembraron
Ya no hay gallos que
despierten
La luna, torna quimeras
alumbra a un sólo vecino
que trasnocha primaveras
Y ya no brotan los olmos
de Machado en la
garganta...
Sin árboles y sin niños
¿Qué poeta es el que
canta?
Latido de acento claro
ya sin lápiz ni papel
sobre las calles de barro
el verso deja su piel
Allí encontré un
diccionario
entre la pared hundida
Palabras son de mi llanto
sobre resquicios de vida.
©Julie Sopetrán