Y dicen, que con el móvil en la mano
de tanto aburrimiento
él siempre decía lo mismo
y demás cada tarde
paseaba calles
con los pasos bizcos
y las palabras ya no tenían
las miradas ardientes
a la vaca le había crecido la cabeza
comía hierba contaminada
y ni ojos con visillos corridos
y ni cordones rotos
y ni oídos
todo sin pájaros ni aleteos
ni piel de gallina sin tacto de rosas
ni perfumes perdidos
en narices tapadas de algodones
sin romanticismo posible
se dio cuenta a tiempo
de caer distraído en el agujero
del pozo
se retiró a un lado
levantó la vista
quería ver el jardín
pero cuando fue a mirarlo
ya no estaba...
de tanto aburrimiento
él siempre decía lo mismo
y demás cada tarde
paseaba calles
con los pasos bizcos
y las palabras ya no tenían
las miradas ardientes
a la vaca le había crecido la cabeza
comía hierba contaminada
y ni ojos con visillos corridos
y ni cordones rotos
y ni oídos
todo sin pájaros ni aleteos
ni piel de gallina sin tacto de rosas
ni perfumes perdidos
en narices tapadas de algodones
sin romanticismo posible
se dio cuenta a tiempo
de caer distraído en el agujero
del pozo
se retiró a un lado
levantó la vista
quería ver el jardín
pero cuando fue a mirarlo
ya no estaba...
©Julie Sopetrán