Es una lluvia suave,
acariciante
como un Beso llorando
entre la bruma
se adentra por el bosque
de los tilos
en busca del latido
enamorado.
El Beso es la silueta
que camina entre el musgo
de los robles:
aliento de poeta
en un marco de helechos y
de fresnos.
Un Beso entre los miedos
del silencio
latido anacoreta.
Sus pies recrean música
sobre el mantillo seco del
terreno
chocan contra las piñas
del abeto
en la dermis concreta
y se adentran cual lluvia
por el cuerpo.
El Beso, rezagado, va
escondiendo
los ojos del Amor en su
chaqueta.
El sol deja en sus labios
la ternura
allí el sentido tiembla
porque una luz secreta
va anudando placer en la
abertura
donde culmina el tacto.
©Julie Sopetrán
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