El arado no tiene cobijo que lo guarde
Fue espada penetrante fue pincel de diseños
enmarcó las ciudades de Roma y de los sueños
y pintó en la mirada los surcos de la tarde
Oxidada en olvidos, su reja, sin alarde
sus hierros están sucios, sus estevas son leños
Saturadas sus huellas que ayer fueron empeños
dejamos que se muera cual si fuera un cobarde
Su brillo en la memoria es un foco muy largo
donde rayas muy rectas multiplican medida
y van dejando en surcos transcrita la belleza
Porque somos nosotros la faz de su letargo
pagamos con la muerte los regalos de vida
somos la mano dura de la naturaleza.
©Julie Sopetrán
Que comparación tan hermosa y emotiva que haces del arado!. Te doy mi Nobel de literatura porque con tus palabras me sacas emociones dormidas o que creía inexistentes en n mi. Gracias Julie.
ResponderEliminarGracias, Nubia. Siento mucha alegría por tu lectura. ¡Madre mía! Nada menos que me das ElNobel, pero viniendo de ti, lo acepto, aunque es demasiado honor para mí... Seguiré trabajando mi poesía, que ya eso me hace feliz. Muchas gracias, amiga.
EliminarPre cioso
ResponderEliminarGracias, por tu comentario. Un abrazo muy fuerte.
EliminarYour description of the plow is so poignant and touching!
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