El arado no tiene cobijo que lo guarde
Fue espada penetrante fue pincel de diseños
enmarcó las ciudades de Roma y de los sueños
y pintó en la mirada los surcos de la tarde
Oxidada en olvidos, su reja, sin alarde
sus hierros están sucios, sus estevas son leños
Saturadas sus huellas que ayer fueron empeños
dejamos que se muera cual si fuera un cobarde
Su brillo en la memoria es un foco muy largo
donde rayas muy rectas multiplican medida
y van dejando en surcos transcrita la belleza
Porque somos nosotros la faz de su letargo
pagamos con la muerte los regalos de vida
somos la mano dura de la naturaleza.
©Julie Sopetrán
Que comparación tan hermosa y emotiva que haces del arado!. Te doy mi Nobel de literatura porque con tus palabras me sacas emociones dormidas o que creía inexistentes en n mi. Gracias Julie.
ResponderEliminarGracias, Nubia. Siento mucha alegría por tu lectura. ¡Madre mía! Nada menos que me das ElNobel, pero viniendo de ti, lo acepto, aunque es demasiado honor para mí... Seguiré trabajando mi poesía, que ya eso me hace feliz. Muchas gracias, amiga.
EliminarPre cioso
ResponderEliminarGracias, por tu comentario. Un abrazo muy fuerte.
EliminarYour description of the plow is so poignant and touching!
ResponderEliminarThaks very much.
EliminarVer esta imagen me recuerda a mi padre. Cuando yo era muy pequeño, él labraba la tierra con dedicación, pensando en la cosecha. Yo creo que entraba en un proceso meditativo.
ResponderEliminarMuy bonito, Julie.
Un abrazo
Gracias, Juan. Me alegra haberte traído hermosos recuerdos de tu infancia. Mi padre también labraba la tierra y me hablaba de la siembra... El arado me trae siempre su recuerdo. Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarSiempre nos sorprendes y emocionas, las imágenes costumbristas recobran vida en tu palabra. Abrazo desde Morelia, os quiero. Cuidaros.
ResponderEliminarGracias, amigo o amiga poeta. Agradezco mucho tu comentario y te mando mi abrazo fuerte.
EliminarEmotivo, me lleva a mis recuerdos infantiles, de esa labor real que practique y qué ahora tú, magistralmente, empleas como poesía. Un abrazo prima
ResponderEliminarHola primo, imagino que eres Miguel. Gracias sé que conoces bien el arado, como mi padre, gracias por tus palabras. Te mando mi abrazo fuerte y mi cariño.
ResponderEliminarSaludos
ResponderEliminarun homenaje a quien supo en vida solventar el buen hacer de su mano laboriosa y así lo que cada cual va arando en la tierra, su paso por la vida, que luego sin quien honre su memoria pasa al olvido...
y en otro sentido, herimos sin cuidado a la tierra y al final esta deja se dar lo esencial para nuestra subsistencia...
Te dejo un abrazo.
Buen fin de semana.
Meulen, así es tal cual lo reflexionas. Herimos sin cuidado la tierra, como muy bien dices, y cuanto por recordar y agradecer a nuestros antecesores. Ahora es difícil apreciar el trabajo del campo, la máquina impuso la comodidad y esa comodidad arrasó con todo lo que aprendimos de la tierra... Gracias, amiga. Mi abrazo fuerte.
ResponderEliminarUn excelente serventesio y un tema que debería tomarse más en cuenta por los que escribimos poesía.
ResponderEliminarUn abrazo, poetisa
Gracias, Eiisa, me alegra mucho saber que te gustó. Es un verdadero honor para mi tu visita y lectura. Te mando mi abrazo grande.
ResponderEliminarMagnífico tu soneto al viejo arado romano, Julie. Sin él, es posible que el hambre hubiera hecho estragos por todo el mundo. Por ello se le puede considerar uno de los inventos más importantes de la humanidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Joaquín. Así es, el arado romano, ha sido uno de los grandes inventos de la humanidad. Muy de acuerdo contigo. Fue la herramienta de mi padre en su trabajo de labranza y, ahora lo conservo como un símbolo de su gran esfuerzo y rabajo, Mi abrazo.
EliminarSoneto espléndido Julie, me ha gustado muchisimo, me ha traido olor a tierra....a campo labrado
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Gracias, Stella. Agradezco mucho tu lectura y comentario. Te mando mi abrazo fuerte.
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