Escuchaba en la sombra lo que acaso decías
pero no me llegaba tu música en el canto;
un saxo susurraba tan dulce melodía
que me robaba sueños por las calles del llanto.
Las manos interpretan lo que les dicta el alma
acordes que se aferran a la esencia dormida;
necesito silencio para escuchar la calma
que transmita al oído las notas de la vida.
El sonido no sabe de mi aguda torpeza
se adentra por mi cuerpo cual tinta de papiro
y deja en mis entrañas la luz de su belleza.
Enredaba la niebla cristales de zafiro
y esas notas perdidas que guarda la tristeza
se quedaban grabadas en el fugaz suspiro...
©Julie Sopetrán