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sábado, mayo 29

SOÑANDO HACIA ADENTRO

 


 

La luz dibuja la sombra

Morfeo, el sueño,

Tánatos, la muerte.

Soy un claroscuro en llamas.

Mi postura es incómoda,

me pesan los gnomos, me observan los caballos

y los ojos íncubos que se esconden

tras la húmeda piel de las tinieblas.

Soy el sueño que no recuerda nada

pero lo sabe todo de los monstruos.

Soy el melodrama que abarca los extremos.

Soy el morboso efecto nocturno de la sensualidad.

Soy la libertad de lo creado: el romanticismo puro.

Estoy muerta y a la vez vivo soñándote, Amor.

Soy la fantasía, la postura extraña,

la belleza morbosa, la calma, la angustia, el frenesí

o el sombreado ardiente, la lujuria en calma,

el espacio habitado, lo tridimensional,

el “Claro de Luna”

o el “Sueño de una noche de verano”.

Pero tal vez no, no soy música…

Soy “El sueño despierto” de Rossetti.

Me acurruco entre “Los Niños dormidos” de Rubens.

Formo parte de ese “Sueño de Amor” de Liszt

o el atormentado, de Fuseli.

No. No puedo. No debo desvelarme

porque tengo todo el derecho a soñar contigo, Amor.

A soñar el instante de ser Mujer y agonizar placeres

en esta mente de Fuseli.

Y no me asusta el demonio

porque transciendo en la mirada de lo interminable.

Porque me miro hacia adentro y sé que estás conmigo.

Soy la fantasía en tus labios

Soy lo que queda  de “Las mil y una noche”

y todavía trasciendo en la razón de “La vida es sueño”

-que disculpe Calderón mis maneras-

Pero no dejo de soñar el sueño, el día, la noche, su mirada,

la tuya, Amor, la de ellos, la que me cautiva

tan nuestra, siempre, siempre nuestra,

hacia adentro.

 

                                   ©Julie Sopetrán