Foto: Mary Andrade
Doña Osamenta muy pulcra
a primeros de Noviembre,
cocinó unos pescaditos
para uno de sus clientes.
Se puso un gorro de lana
y un vestidito muy verde,
y se acercó hasta una tumba
confiando en sus poderes.
Allí reposan los huesos
de un niño que a nadie tiene,
y está muertito de hambre
entre tantitos presentes.
Osamenta compasiva
sacados de las corrientes,
le lleva los pescaditos
recién fritos y calientes.
Como Osamenta es muy fina
de temperamento alegre,
va mostrando en la sonrisa
sus inmejorables dientes.
Arregladas sus pestañas
en el Panteón, es huésped,
y más que al niño sin nadie
está observando a la gente.
Que le interesa la vida
de ancianos y adolescentes,
y mira que mira, mira
a ver cual
será el siguiente.
©Julie Sopetrán