1
Yo supe de aquel día cuando dejé mi casa
y surqué por el aire y el agua mi camino;
España quedó lejos, lo nuevo era destino
aprendí a ver las cosas como el ave que pasa.
Supe del fuego patrio que allí lejos abrasa
y de la viña Madre bebí del mejor vino;
América fue el viento que descubrió mi sino
suerte, trabajo, lucha: la soledad me tasa.
Justiprecio del alma, saber que no te vendes
o identidad de siglos incorrupta y sublime,
sobre Pilar de mármol mi corazón se engarza.
Orgullosa suspiras por lo que ya comprendes
lo vivido es recuerdo de un todo que redime
y así fui hija del mundo, proclamando mi raza.
2
Llevé por dondequiera lo mamado y querido
los besos de la abuela, los juegos de la infancia;
ese trabajo fuerte de entrega y de constancia
que transmite a la vida lo bueno presentido.
Me llevé aquellas risas de la rueda y el ruido
del agua en movimiento tirada en su prestancia;
en rodetes de espuma, belleza o elegancia
de molienda de harina donde el sueño ha crecido.
Es la Madre ese río de grandeza y de gloria
nido, pilar y fuente de mi peregrinaje,
la luz sobre el rocío que me da una respuesta.
Los desiertos recrecen una gran desmemoria
el sentimiento puro se lo traga el paisaje
y el ser humano vaga sobre aquello que apuesta.
3
Yo me siento de todos los pueblos de habla hispana
de la raíz antigua donde nació el idioma;
nací para ser libre como lo es la paloma
voy buscando en el viento la luz de la mañana.
Abro pares a pares y a solas mi ventana
el mundo desvanece desde pequeña loma;
trigo y cizaña crecen y existe un mismo aroma
en el lenguaje culto que a todos nos hermana.
Colón navegó mares y se creó lo nuestro
o lo que no es de nadie, todo así lo afirmamos:
la Hispanidad, lo mutuo, de un plural sentimiento.
Han pasado los siglos y el Amor es ancestro
o algo que no se entiende porque NO nos amamos
cuando muera la guerra: será el entendimiento.
©Julie Sopetrán