Foto: Mary Andrade
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Con traje de faralaes
mantón y corte gitano;
La Flaca muestra su talle
que es a la vez mexicano.
De amarillo se ha vestido
la Calaca de mi barrio;
con el volante ceñido
y muy pintados los labios.
Sonríe de lado a lado
y nos enseña los dientes;
con los ojos sombreados
y las pestañas salientes.
Sombrero lleno de rosas
y melena sobre el hombro;
por donde pasa La Flaca
causa admiración y asombro.
Una sobrefalda negra
dos rosas en la cadera;
y si la miras de frente
no parece Calavera.
Qué tantito se ha pintado
si hasta sus uñas rosadas
hacen juego con las flores
donde se van las miradas.
Dedos largos, el escote
y el negro de su toquilla;
realzan el amplio escote
donde exhibe sus costillas.
Cuidando mucho su pose
y sin perder la ocasión;
La Catrina Garbancera
se dirige al Panteón.
Cuida el paso, luce cachas
mueve bien las posaderas;
y ajusta con buena traza
todas sus partes traseras.
Y así, vestida de otoño
y amarillo gatuperio;
la Calaca de mi barrio
se planta en el cementerio.
mantón y corte gitano;
La Flaca muestra su talle
que es a la vez mexicano.
De amarillo se ha vestido
la Calaca de mi barrio;
con el volante ceñido
y muy pintados los labios.
Sonríe de lado a lado
y nos enseña los dientes;
con los ojos sombreados
y las pestañas salientes.
Sombrero lleno de rosas
y melena sobre el hombro;
por donde pasa La Flaca
causa admiración y asombro.
Una sobrefalda negra
dos rosas en la cadera;
y si la miras de frente
no parece Calavera.
Qué tantito se ha pintado
si hasta sus uñas rosadas
hacen juego con las flores
donde se van las miradas.
Dedos largos, el escote
y el negro de su toquilla;
realzan el amplio escote
donde exhibe sus costillas.
Cuidando mucho su pose
y sin perder la ocasión;
La Catrina Garbancera
se dirige al Panteón.
Cuida el paso, luce cachas
mueve bien las posaderas;
y ajusta con buena traza
todas sus partes traseras.
Y así, vestida de otoño
y amarillo gatuperio;
la Calaca de mi barrio
se planta en el cementerio.
©Julie Sopetrán